lunes, 30 de noviembre de 2015

El viaje

No había mucho para llevarse. El departamento de Mariano tenía todo. Había algunas cosas para cambiar, pero Mateo lo haría cuando cobre sus primeros sueldos. Pintar las paredes, cambiar la mesa y las sillas del comedor y comprar un par de adornos.
Mariano lo esperaba ansioso. Por momentos se acordaba de su suegro y unos nervios le endurecían el estomago. Se prendía otro cigarrillo ¿Cómo una simple persona puede producir tanto? Al fin, después de tanto esperar, de tanto pelear por la distancia, los celos, los miedos. Se amaban tanto que ni ellos creían que un amor así fuese real.
Todo estaba listo. Como Mateo no había tenido una buena relación con su padre, fue su madre quien lo acompañó todo este tiempo. Ella fue la que habló con él sobre sexo, sobre como cuidarse, ella conoció a Mariano primero y lo quería tanto como a su propio hijo. Estaba completamente emocionada. Mateo se reía y le decía que se calme, que iba a volver siempre que pudiera, que no se iba para siempre.
Mateo besó a cada uno de los integrantes de su familia, subió al auto de su padre y emprendió el viaje. Aunque todos eran una bola de nervios y ansias, quien iba a tener un vuelco de ciento ochenta grados en su vida era él y todo comenzaba muy rápido. Llegar, mudarse, festejarlo con su novio (que era lo que esperaba con más ansias, hacía como un mes que no lo tenía en la cama) y al otro día presentarse a una entrevista de trabajo.
En el viaje charlaron, tomaron mates y escucharon música.
- Me quedé pensando en lo que me dijiste.
- ¿En qué pa?
- En que yo no sabía que hacías vos, cuando estabas en Córdoba. Que no te conozco.
- Sí, es un decir.
- Es la verdad.
- Ahora vas a conocer a Mariano y vas a ver porqué hace dos años que no lo dejo diciendo que es un rasca huevos.
Su padre se sonrió, quizás, después de todo. Estaba comprendiendo que la sexualidad de su hijo no cambiaba en nada, solo era eso, su sexualidad. Y Mateo era mucho más que eso. Era profesor, era hijo, era hermano y también novio... de un hombre.. ¿y?
Llegaron a Córdoba. El calor estaba insoportable. Cuando estacionaban el auto y estaban por llegar al edificio donde estaba el departamento, vieron como Mariano subía con un par de cervezas para ofrecer a su invitado, y al nuevo dueño de su hogar.
Mateo se le acercó con los bolsos y lo saludó cálidamente, sin besos ni abrazos, sabía que eso a su pareja lo pondría muy nervioso con los ojos del padre de su novio atrás.
La tan esperada "presentación" fue mucho más relajada de lo esperado. Se rieron, tomaron cerveza, acomodaron el ropero. Miraron fotos y se dieron cuenta que los padres de Mateo y Mariano habían compartido el aula durante la escuela primaria.
Cuando menos se dieron cuenta ya era de noche, tenían hambre y pidieron unos lomitos a un delivery. Al padre de Mateo se lo veía cómodo, feliz por su hijo. Cada palabra, cada charla, cada movimiento y paso que daban la feliz pareja era un estereotipo que se caía o se borroneaba.
-Bueno, creería que ya es hora de que me vuelva a casa. Ya es tarde y tengo dos horitas de viaje mínimo.
- Gracias por acompañarme viejo.
Esta vez bajaron en el ascensor padre e hijo. Mariano se quedó acomodando un poco la casa y lavando la vajilla.
Se saludaron con un fuerte abrazo y se prometieron verse pronto.
De a poco, y a su manera, Mateo empezaba a vivir y hacer las cosas como el creía que era lo correcto.

Terminar para empezar

Se colocó el celular en el oído, del otro lado sonó un par de veces y respondió un hombre.
-Pa, ¿cómo andas? ¿Estás al pedo?
Sin entender bien que estaba pasando, el padre de Mateo contestó que sí.
- Vamos a tomar una birra, ya voy a tu casa.
Su padre era igual a él, tanto físicamente como en su personalidad. Dos personas que preferían evitarse porque eran muy cerradas, que ambos conocían cual era el problema, pero el miedo, el orgullo y la cultura de gente de pueblo evitaban que se hable, creando un manto invisible en una relación entre dos personas unidas por la sangre que parecían no conocerse.
La espalda le pesaba un poco por la mochila con la cerveza, iba caminando y pensando en mil discursos para dar, seguramente ninguno iba a concretarse, pero era inevitable no hacerlo.
Estaban sentados en el fondo del gran patio, en el medio de dos sauces llorones, cada palabra era medio incómoda pero los dos estaban casi acostumbrados.
- ¿Tenés todo preparado ya?
- Sí- Notó que fue muy cortante, parece que no quisiera hablar del tema pensaba a sí mismo- No veo la hora de irme- Agregó.
- Me alegra que estés decidido.
Tomó coraje, tragó saliva y solo le salió pedir perdón. Su padre lo miró sin entender bien sobre que hablaba.
- Sí, perdoname pa. Ya han pasado cinco años y nunca te di la oportunidad de que hablemos. En un principio tenía miedo y nunca...
- Está todo bien, no me tenés que decir nada.- Lo interrumpió su padre.
- Necesito decirtelo y vos también lo necesitas. ¿Acaso no sentís como si me conocieras? Vivimos en un pueblo chico, lleno de gente preocupada por lo que hacen los otros e inventando historias que no son. Me gustan los hombres.
- Yo te dije que no quería saber nada de que hicieras mientras que seas feliz...
- Soy tu hijo, ¿estás seguro que Mariano me "hace feliz"? ¿Qué cuando voy a Córdoba la paso bien? Dos años hace que estoy enamorado de una persona que no le conoces ni la cara.
Su padre no podía parar de llorar. Siempre quiso ese momento pero le tenía mucho miedo. A Mateo  le sorprendió y hasta le asustó un poco de la manera en que se le abalanzó y lo abrazó fuerte.
- Perdoname, soy un cagón.
- Bueno pa, todo está bien, Esto tenía que hablarse. Estoy acá para que te saques todas las dudas, se han hablado muchas cosas de mi, ustedes la pasaron mal...
- Con lo que acabas de hacer me demostras que todo lo que dijeron de vos es mentira. Y si algo es verdad no tengo porqué juzgarte, sos jóven. Lo único que te pido es que te cuides hagas lo que hagas, elijas lo que elijas.
- Gracias pa. Sabes que estoy y que esto no me cambia para nada, es algo que no elegí sentir y que decido vivir orgullosamente porque es lo que soy. Pueblo chico, infierno grande. Que hablen lo que quieran hablar, a mi me importa que ustedes me conozcan.
Ambos se secaron la cara y siguieron charlando. Era el comienzo de una nueva relación, quedaba mucho por descomprimir, pero un paso realmente importante para la vida de Mateo.
- Cuando te mudes yo te ayudo, no vas a pagar para llevar tus cosas diciendo que te puedo llevar yo.
Mateo se incomodó un poco, quedaba tanto por deconstruir en la relación con su padre. Pero tomó coraje y le contestó afirmativamente.

En terapia

Ese era su último día de terapia. Luis, su psicólogo, lo esperaba con ansias y felicidad. Sabía que no había ningún alta para dar, ya que Mateo se daba el alta solo. La meta final: Córdoba.
Terminaba el 2015, el clima estaba extraño. No hacía calor como todos los años, llovía mucho y se preveía una posible gran inundación, nuevamente. El efecto Niño había desbaratado la poca normalidad que quedaba por esos días.
La vieja puerta de madera color hueso con la placa "Luis Altair: Terapias breves" esperaba para sonar. Golpeó decidido. Una sonrisa, una mano que se asoma, lo saluda con un apretón y la sonrisa de los dos que se dibuja en la cara.
Adentro no existía diván, en su lugar dos sillones estaban separados por un gran escritorio de roble. Sahumerios humeaban y parecían creadores de bailarines grisaceos que se desvanecían en el aire. Un pequeño aire acondicionado peleaba contra la humedad de un día gris. A la noche llovería.
Se sentaron frente a frente, los ojos celestes de Luis atravesaron la mirada de su paciente y su boca gatilló:
- ¿Mañana nomas?
- Sí, mañana es el gran día... Ya conseguí trabajo y Mariano me espera con ansias. Cambié de opinión, no voy a estudiar. Quiero trabajar y dedicarme a hacer un deporte. Creo que de contacto.
- Me parece muy bien, ¿por qué de contacto?- Ya sabía cual era la idea de su paciente y le parecía brillante.
- Es una manera de dejar de lado el miedo que le tengo a el contacto con otros hombres de manera violenta. Dejar de pensar que todos son como el ex marido de mi mamá. De última, si lo son quiero ser consciente que puedo defenderme.
Luis sonríe.
- La sesión pasada me dijiste que ibas a hablar con tu papá.
- No pude aún. Hoy quiera o no le voy a hablar, es hora de blanquear la situación. Necesito cerrar este capítulo para seguir y hacer mi vida en otro lado, sin mi familia pero con ellos acompañándome. Mi papá si no asume mi homosexualidad nunca se va dar espacio para conocerme a mí. Ya pasaron cinco años desde que lo sabe, cambie mucho en ese tiempo y él no me conoce...
-El resto de tu familia, ¿qué opina?
-Están muy felices, me acompañan.
- No te vayas sin hablar con tu papá. Se merecen los dos esto.
- Si me voy sin hablar con él, mi relación con Mariano va a seguir tratado de lo mismo. No quiero que nos cansemos...
- Ya sabes que cuando me necesites, me llamas. De igual manera conozco gente en Córdoba muy buena y que trabaja con terapia breve.
- Espero no tener que volver a venir acá porque eso significa que me vine de Córdoba, o me echaron. Dijo Mateo riendo.
-No tiene porqué pasar, y si pasa vas a seguir.